A una hora de cumplir los 44 años o los segundos veintidós, como me dijo en tono de consuelo mi compañera de trabajo, que podría ser mi hija si me hubiera embarazado de 17 años, el insomnio me atrapa en esta noche calurosa, de una ciudad cada vez mas estéril en vegetación, angustiada por el paso del medidor de luz que contabiliza, implacable e insensible, el aire que hace soportable esta noche húmeda; el medidor del tirano que exige austeridad en épocas donde la urbe parece mas "una puerta de horno" que "La Puerta de Oro". Nos merecemos el calor que aguantamos, pienso, por no sembrar árboles o peor aún, por dejar morir los que se sembraron hace más de 30 años.
22 años después de mis primeros 22 tengo lentes, de esos que aclaran la vista tanto de lejos como de cerca. Muchas veces prefiero no ponérmelos, porque la línea invisible y burlona que separa ver de lejos y ver de cerca es todo un fastidio. Nunca puedo dar con el ángulo para no marearme y termino caminando como si el piso se me viniera, literalmente, encima. La vida en los segundos veintidós, se parece a mis lentes para lejos y cerca. Hay que tener las dos vistas: ver el futuro pero sin perder de vista la intensidad con la que se puede ver lo que tienes en la punta de tu nariz. Si solo tienes para ver de lejos, lo que tengas cerca se desdibuja, mientras te sientes satisfecho por ver más allá, justo donde nadie ve. Sin embargo, ver siempre de lejos, a veces te priva de apreciar justo lo que tienes cerca, la belleza de los detalles por ver el paisaje lejano.
En mis segundos veintidós, quiero comenzar a usar correctamente mis gafas de leer. Mi vanidad me ha impedido disfrutarlas, pero se aprende tanto al depender de un humilde vidrio aumentado: Aprendo sobre mi propia vulnerabilidad, sobre la fragilidad de un cuerpo que no permanece intacto en el tiempo, así lo rellene de cremas y lo torture con dietas. Aprendo sobre el cambio, sobre el amor propio, y sobre la aceptación, la propia, no la ajena. Aprendo sobre la gloria, no aquella que cambia el mundo, sino esa que cambia mi mundo.
"El tiempo pasa, quieras o no quieras, y como pasa es mejor hacer que quedar esperando". Así me dijo una madre hace mas de 6 meses, cuando buscaba curso para su hijo. El tiempo sigue pasando, para mi fortuna conmigo dentro. Comienza el segundo tiempo. Alisto los zapatos de caminar y los lentes para ver de cerca, para vivir de cerca.
Soy Pamela Cruz escribiendo hoy 26 de mayo 2016, el día que por segundo año consecutivo no hay canción para estrenar, porque el que cumplía como yo y me daba serenata se murió y con él, el detalle de estrenar cada año una melodía. Escribo con la convicción de ser y hacer con consciencia, porque el tiempo, Ay Dios! el tiempo, no se detiene.
Mi serenata de mi para mi: Esta bellisima canción de super héroe de la música Carlos Goñi
"EL TIEMPO PASA."