Esta soy yo.


"Un montón de letras que formaron un diario cuando aquellos libritos alguna vez se usaron. Una carpeta repleta archivos guardados en un rincón de computador esperando un lugar expuesto al mundo. Un espacio donde dejar al aire las palabras atrapadas en una mente en constante ebullición. Muchos temas un solo espiritu, el mio."

domingo, 30 de agosto de 2020

Los Fanáticos!

Mi vida ha estado siempre rodeada de "fanáticos", ese tipo de personas que invocan a Dios a toda hora, por todo. Mi abuela fue la primera de ellos que conocí. Pasaba muchas horas del día rezando rosarios con múltiples intensiones: la familia, las ánimas, los vivos, los muertos, porque sacáramos buenas notas. Mi madre, con el paso de los años, se volvió como mi abuela: va a misa todos los días, reza el rosario con la misma frecuencia. Mis hermanas, igual. Una de mis mejores amigas, bendice los alimentos, al estilo "Fan". "Que oración eterna", muchas veces me dije mirándola de reojo rogando para que la comida no se enfriara, mientras terminaba la plegaria sinfín. Algunos amigos también se quejan de sus esposas, por su fanatismo. "Está fanática". "Ahora todo es Dios, Dios, Dios".  "Bueno el cilantro pero no tanto". "Ya no sale de la iglesia". "Todo el día oyendo música religiosa, me tiene agotado". 

Yo los entendía perfecto. Los fanáticos, todos los días, anteponen a Dios a todo, a la comida, a los amigos, a la familia. Se encierran en una habitación, en el baño o en el armario para orar. Mis chats se llenan todo el tiempo de mensajes y oraciones y muchas veces las borraba sin leerlas completamente. Todo era puro "Amén", "Amén", "Amén". Agotada al extremo, en uno de los chat que administro, tomé la decisión de evitar tres temas, política, religión y sexo. "Por respeto a las creencias", aduje. La verdad es que me cansaba de tanta oración. Largas, sin sentido, puro copy - paste. Crudo pero real.

Hasta que un día ya no bastó con mi oración express. No bastó con pedir a otro por mí. No bastó con la persignada, ni con repetir. Simplemente no bastó. Me tocó doblar mis rodillas, cerrar los ojos, juntar mis manos y pedir a esos fanáticos que oraran conmigo. Me tocó repetir lo que ellos decían con la esperanza de sentir lo mismo que esas mujeres y hombres, cuando decían esas frases salidas de la nada. Repetí y repetí hasta que un día, de repente, entendía  lo que decía, sentía y vivía cada palabra. Ellos, los mismos que me enseñaron a orar, a pedir, los mismos que cambiaron su cena por mi oración, los que pusieron mi vida y la de mi familia  en el centro de sus ruegos. Ellos, lo que doblados de rodillas, ruegan e imploran por un milagro, mañana, tarde y noche son Guerreros de la Fe. Son soldados de Cristo dotados con el arma más poderosa del mundo. Lo que hoy llamo El Arma de Conversión Masiva: La Oración. Esa que hizo que, teniendo oídos para oír, oyera; que comenzara a entender esas palabras que brotaban como manantial de sus labios. Que me permitió repetirlas y luego sentir como brotaban de los míos, Mis propias palabras! Ellos me enseñaron a doblar las rodillas, a abrir los ojos, cerrarlos, bañarme, comer, trabajar, con Dios por delante, cada segundo de mi vida desde aquella primera vez. 

Soy Pamela Cruz escribiendo hoy 30 de agosto 2020 sobre los Guerreros de la Fe, esos que alguna vez mal llamé fanáticos. Ellos, los mismos que me salvaron en mis oscuros días, que intercedieron por nosotros, Ellos me mostraron a Dios. Es mi testimonio. No esperen menos de mi. 



PD: Comparto esta canción que describe perfectamente como es MI DIA desde que formo parte de los tocados por Dios.

domingo, 23 de agosto de 2020

"Vivo, Estable y Luchando"

A medida que pasan los días y poco a poco retorna mi normalidad dentro de la anormalidad de esta pandemia, en mi hogar estamos procesando la procesión que vivimos del 17 de junio al 17 de julio, cuando mi esposo retornó a la casa, vivo, salvo y flaco. 

Cada día hablamos de esos días; cada día recuerdo, como si le hubiera pasado a otro, lo que viví en esa prueba que, aunque edificante, sigo sin desearle a nadie. Una de estas noches estaba escaneando la historia clínica que se requiere para solicitar la incapacidad médica. Me dediqué muy juiciosa a leerla poco a poco, tratando de conocer, completa, el otro lado de la historia. A medida que leía, poco a poco encontraba y descubría detalles: la linea de tiempo científica de lo que le había pasado a mi esposo, allá en la UCI, ese lugar inaccesible en el que estuvo a merced de Dios, los médicos y enfermeras. En una de las hojas, habían escrito en mayúscula, al final del informe nocturno  del día 24 de junio "ALTO RIESGO DE CLAUDICACIÓN Y MUERTE". Revisando mis chats de ese día, tengo un mensaje de mi cuñado que me decía un escueto "Pame estoy muy triste. Te quiero mucho".

El 25 de junio hice ayuno. Durante el día no recibí mensaje alguno y al llegar la noche, un médico muy parco me llamó a darme un informe totalmente carente de esperanza, absolutamente desalentador. El miedo, el maldito miedo, se apoderó de mi de una forma horrorosa. Llamé a dos angelitos que Dios me puso para enseñarme a orar y repetí lo que el médico me había dicho. Mi hijo y yo estábamos arrodillados en el suelo, agarrados de las manos, como si estuviéramos al borde de un abismo. Ni más ni menos. Y estas amigas, que navegan en la Fe, como quienes están acostumbradas al mar embravecido, nos dijeron unas palabras que nunca olvidaremos: "Los médicos saben de ciencia. Pero no saben de lo que Dios es capaz de hacer. Dios es el Dios de los imposibles. Óigame bien Pamelita, Nunca, pero nunca repita lo que le digan los médicos. No les preste atención. Usted ore, ore, ore. Ore todo el día. Dios me hizo una promesa con Gilberto, y El no me hará quedar en vergüenza. Y cuando le pregunten por su esposo usted diga, Vivo Estable y Luchando". A partir de ese día, ese fue nuestro comunicado oficial.

Escribo sobre un pronóstico médico que falló, sobre Ese Milagro que no tiene explicación para quien no cree. Escribo sobre el poder de la oración, de las palabras decretadas, sobre la Fe, sobre El que cumple Promesas, El Hacedor de Imposibles. Yo vi, lo viví, lo sentí. Mi obligación es escribir mi testimonio. No esperen menos de mi. 

Soy Pamela Cruz escribiendo hoy 23 de agosto sobre un imposible, para quienes se sienten hoy viviendo al borde del abismo, implorando un milagro sin creerlo posible. Oren! Oren! Oren! 

AQUI ESTAS

"Invócame en el día de la angustia,

Yo te libraré y tu me honrarás"

Salmo 50:15

domingo, 16 de agosto de 2020

Un matrimonio imperfecto!

A esta hora, hace 23 años, estaba en un parrandón buenísimo en el antiguo Hotel Dann de Barranquilla. Eramos 123 personas bailando y riendo. Mi vestido se había roto en una de las vueltas del vals. Había llegado 45 minutos tarde a la iglesia y, en la época de no celular, desde un teléfono fijo, uno de los invitados había llamado, al borde de la histeria a mi casa, para informar que el sacerdote amenazaba con cancelar la boda. Finalmente llegué a la iglesia, feliz como una perdiz, mientras veía a un novio - (el de la boda de las 11 am) mirarme con furia, y yo caminaba al encuentro de mi amado. Me casaba un 16 de agosto del 1997, a las 10:45 am en una Iglesia Inmaculada llena de flores de colores, con mis mejores amigas como damas de honor, mis sobrinos de pajecitos, luciendo el vestido más hermoso del mundo, mi cabeza decorada con flores de colores, la virgen en un lazo blanco adornando mi garganta y una sonrisa que casi me tetanizaba el rostro. Aún recuerdo los votos, si, los mismos que todas recitamos cuando nos casamos: 

"Yo, Pamela, te quiero a ti, Gilberto, como esposo y me entrego a ti, y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y la enfermedad, todos los días de mi vida."

Recitaba el equivalente al juramento hipocrático para los médicos. Sobre todo, la parte que dice "todos los dias de mi vida". 

Nuestro matrimonio ha sido todo menos perfecto. Si, reconozco públicamente que no ha sido un valle de lirios y rosas. Ha sido más bien una aventura, de esas que comienza con una planeación, con todo el equipaje y con camino trazado que poco a poco va cambiando de rumbo. Nos ha tocado acampar en lugares apacibles y a veces en lugares oscuros y tenebrosos. Nos ha tocado mojarnos bajo la lluvia y a veces sentimos que no llegamos a un lugar seguro, inclusive que queremos abandonar el viaje. Hemos peleado, pero también nos hemos reído, nos hemos abrazado y también nos hemos alejado. Nos hemos quedado sin recursos, pero luego los hemos recuperado. A veces el camino se ha hecho eterno, cuando ha sido dura la jornada, y luego, sentimos que el tiempo ha volado. Hemos sobrevivido al paso de los años, a nuestros cuerpos imperfectos que cambian cada día, acariciamos con orgullo nuestras las cicatrices, las que se ven y las que no se ven. Son el reflejo de nuestras propias luchas, de nuestras victorias. 

El nuestro ha sido un matrimonio imperfecto, lleno de defectos. He comprendido que el matrimonio es una aventura que se hace junto a la persona perfecta para mi. Y ese ha sido mi compañero de viaje. No hubiera podido hacerlo con alguien más. 

Soy Pamela Cruz, escribiendo un 17 de agosto de este indecible año, celebrando una vez más, por haber llegado a puerto seguro, por seguir en esta aventura, nosotros un par de seres imperfectos viviendo nuestro perfecto amor, ese que Dios bendijo una mañana de agosto, soleada, preciosa, feliz. Esa si, Una mañana perfecta. 


"El amor es sufrido, es benigno; 

el amor no tiene envidia, 

el amor no es jactancioso, 

no se envanece; 

no hace nada indebido, 

no busca lo suyo, 

no se irrita, 

no guarda rencor; 

no se goza de la injusticia, 

mas se goza de la verdad. 

Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta."

Corintios 13:4-8