Un día como hoy en el año 2001, ingresé a trabajar en una de las empresas insignia en Barranquilla, una que lamentablemente, hoy no existe. Durante cortos 5 años disfruté de un empleo que no me permitió trabajar sino gozar. Trasnochaba mucho, viajaba mucho, pero fui muy muy feliz. Vivero, como cariñosamente era conocida, tenía una cultura organizacional envidiable. Todos éramos tratados iguales. Teníamos roles distintos, pero su gente, independientemente de si era el empacador o el presidente, nos tratábamos con cariño. Por nuestros nombres, y a veces por nuestros apodos. La generosidad en compartir información y en apoyarnos era realmente conmovedora. Una vez, en pleno presupuesto año 2002, estrenamos un sistema que literalmente me hizo llorar. Tenía que conciliar en el programa la rotación perfecta, mis metas de ventas con un crecimiento dado y un inventario casi que mínimo en uno de los negocios que estaban a mi cargo: Loncheras y morrales. Tras una larguísima noche en la oficina, me di por vencida. Nada ajustaba. Me pedían inventario de 60 días para un negocio que se movía 3 meses en el año y después de llorar, orar, volverlo a intentar, esa cifra no se reflejaba en el sistema. Hasta los guardias de seguridad, me hicieron parte de su ronda y me llevaron gaseosa y comida para mantenerme despierta. A las 5:59 am, totalmente desconsolada, llamé a mi amiga Piedad. Ella me pegó un grito que aún recuerdo y me dijo “espérame 10 minutos”. Llegó a los 10 minutos, en pijama, con sus crespos recién levantados, se sentó en mi computador y como loca comenzó a mover las cifras hasta que dio un resultado más alentador que el mío. Cuando terminó eran las 7:45 am de un sábado, y dos horas después mi jefe presentaría el presupuesto de toda nuestra sección. Ese gesto fue uno, de los infinitos que me acompañaron durante los 5 años que estuve trabajando con esa familia sinigual.
Sin
embargo, el activo intangible más importante que siempre, siempre valoré era la
literal línea directa que teníamos con nuestro presidente Samuel Azout. Tenía
un correo que todos conocíamos, y un número de teléfono de dominio público;
pese a todo creo que en mi vida llamé a ese celular un par de veces, mientras
estuve allí. Comunicarse con Samuel no era asunto difícil. Eso sí, uno trataba
de no hacerlo por cualquier cosa. Pero Sammy como le decimos, no requería de
secretaria, aunque la tenía. En varias ocasiones, si quería preguntarme algo,
simplemente me escribía. Recuerdo una vez, cuando asumí los proveedores de ferretería
y negociaba a nivel nacional su participación, me llamó para preguntarme por
qué en Rosales aún había no codificado al proveedor. El Carulla con más
rentabilidad por metro cuadrado del formato. Y el proveedor no quería aportar
por estar allí. En ese momento, recuerdo que me dijo, “no en todos los lugares
debemos ganar. El cliente y el servicio siempre están por encima de la negociación,
Pamela”. Nunca me sentí regañada (gracias a Dios porque sus regaños eran
memorables) pero cuando tuve que escribir, lo hacía, y si él tenía que
hablarme, también, sin intermediarios. Allí conocí exactamente el significado de
la frase LINEA DIRECTA.
No es fácil
creer que tienes una línea directa con alguien superior en rango, o autoridad.
Lo crees inalcanzable e imposible. Hemos vivido con la cabeza llena la cabeza
de miedos, temores, mitos sin sentido que hemos repetimos a lo largo de nuestra
vida. Para mí no fue fácil creerlo ni asumirlo. Saber que podía hablar y ser
escuchada. Sin intermediarios. Yo, que durante décadas pedía a todos los que
veía más devotos que yo que oraran por mis intenciones y mis angustias
personales, porque ellos estaban más cerca de Él. Porque no me consideraba
digna de hablarle directamente, con mis términos y palabras. Porque me sentía
intimidada, atemorizada. Porque sentía que no me escucharía. Durante años
necesite una “palanca” alguien más cercano a Él. Que me hiciera la antesala.
Que hablara en sus términos, que me hiciera el favor. Desde hace poco menos un
año, El mismo se hizo sentir, de la manera más soberana y arbitraria, como sólo
Él lo hace. Y lo tuve que hacer. En vivo y en directo, en medio de mi llanto,
en medio de mis miedos, hablarle pedirle suplicarle y rogarle. Hasta que El
mismo me envolvió en su amor, me dejó descansar en su infinito regazo y poco a
poco, le puso orden a mi vida. Me ha respondido, en silencio, con acciones, con
caminos despejados, con su incomparable amor eterno.
Soy Pamela Cruz escribiendo hoy 16 de mayo del 2021 para todos aquellos que creen necesitar intermediarios para tener acceso al Padre Celestial, para decirles con total certeza: Él es REAL, nos escucha, nos ama, nos cobija. No necesitamos a nadie intercediendo por nosotros. Sepan que, como sus hijos, tenemos LINEA DIRECTA y PERFECTA para hablarle. El que tenga ojos para ver, que vea. El que tenga oídos para escuchar, que escuche.