No es
fácil vivir sin sentir esa especial conexión de la que todos hablan. Pero lo aprendes. Aprendes a fingir, creo. No
es a propósito ni por maldad. Es que simplemente no había nada, y lo ansiaba todo. No quería
ser la que me perdía de ese algo que los demás sentían , o decían sentir.
La oración extensa, la de mis amigas "Aleluya", como las llamaba, eran largas,
eternas, me daban sueño. Eran palabras huecas en mi cabeza y en mi ser. Que desconsolado el corazón que quiere hablar con Dios y no encuentra cómo. No hay palabras ni correctas, ni incorrectas. No hay lagrimas. Esas que descongestionan el alma cuando nada puede con ello. Un asomo grande de envidia y admiración afloró cuando las
personas comenzaron a orar por mí, por mi esposo, por mi familia. Sentir ese
amor, saber que tomaban tiempo de las horas cada vez mas esquivas de un día, fue sencillamente la cura para mi desconexión. Esa que me separaba de EL. Ha sido uno de mis milagros más hermosos. Lograr encontrar las palabras, lograr encontrar en las lagrimas esa súplica esquiva que necesitaba mi corazón compungido. Dejaron de ser mis palabras, mis suplicas para convertirse en mi lenguaje perfecto.
Luego, aprendí a orar. Con un grupo excepcional de mujeres aprendí a encontrar mis palabras. Sencillas. Torpes. Que difícil es agradecer y que fácil es pedir. Pedimos y pedimos y nunca agradecemos. Aprendí a agradecerle TODO. Que divino es tener la gracia de amanecer. De levantarme con la bocanada del aire fresco de la mañana y ver el sol. Que milagro precioso me da cada día. A El le pido por mis amigos. A El le pido por mi salud, la de los míos y la de los extraños. A El le pido misericordia, piedad, consuelo. A El le pido sabiduría. Entendimiento y más que eso, aceptación. Mucha aceptación para estos locos tiempos que ha tocado vivir. He aprendido a sentir Su Presencia, sutil, sublime, discreta. Lo siento cuando de repente en mi piel se eriza, desde adentro. ¡Ah que sensación maravillosa sentir esa conexión perfecta! Como un rayo invisible conectándome con el cielo, como un WI-FI con señal al 100. Mensaje recibido. Mi oración escuchada.
Soy Pamela Cruz escribiendo hoy 2 de abril 2021, retándolos. A mis amigos, a mis conocidos, a mis grupo de WhatsApp. Retando a sus grupos de WhatsApp. Oren, oren solos, oren en grupo, oren de a dos o de a tres. Necesitamos tanta oración. No sabemos quien esté como yo estuve. No sabemos a quien le avivan o le encienden la llama de la Fe. Reúnanse, reunámonos. De cualquier manera. Hay tanto para agradecer, hay tanto por aceptar, hay tanto por rogar. Sólo la fuerza de una oración sincera mantiene la llama de la fe encendida en medio de la oscuridad que insiste en instalarse en el mundo. Donde haya luz, la oscuridad huye despavorida. "Donde haya dos o más orando por Mi allí estaré", dice el Señor.