Esta soy yo.


"Un montón de letras que formaron un diario cuando aquellos libritos alguna vez se usaron. Una carpeta repleta archivos guardados en un rincón de computador esperando un lugar expuesto al mundo. Un espacio donde dejar al aire las palabras atrapadas en una mente en constante ebullición. Muchos temas un solo espiritu, el mio."

domingo, 19 de noviembre de 2017

Los Dueños de la Noche

En el 95 tuve la oportunidad de pasar dos meses en España. Esos dos meses me cambiaron la vida. Venía de no haber salido ni a la esquina y atravesé el charco rumbo a la Madre Patria. Uno de los primeros "choque culturales" con el que me topé fue con "el síndrome de la cartera". Ese aferramiento casi obsesivo por apretujar con fuerza descomunal la cartera, bolso o morral, cuando caminas por la calle, mientras miras adelante, a los lados y por el rabillo del ojo confirmas que no te van siguiendo. Una de mis amigas españolas se percató de mi permanente tensión y me  pregunto porque agarraba así mi bolso. Cuando le expliqué, su risa se escuchó por toda la calle mientras me contaba que caminar por las calles de Salamanca era "lo mas seguro del mundo". Yo misma lo comprobé cuando me tocó llegar sola como el llanero, a mi apartamento pasadas las 2 am luego de una noche de fiesta. "Eso era primer mundo", pensé. Y me acostumbre a salir así, sin compañía adicional a mi ángel de la guarda. Cuando volví a Colombia el golpe de realidad fue brutal. Mi recién estrenada Independencia volvía a recular presa de la inseguridad que vivía el país.

Este año, mientras visité ciudades de Australia, varias veces me cogió la madrugada en la calle, en otra ciudad o en una playa alejada de la city. Ni una pizca de miedo se apoderó de mi en esos momentos. Me sentía segura caminando a la 1 o 2 de la mañana mientras la policía patrullaba por las calles. Escuchaba música salir de los bares o caminaba en silencio en una calle vacía. Confieso que los primeros días la paranoia latina fue normal pero duro lo que el cuerpo se acostumbró a sentirse seguro.

A esta mañana, uno de mis primos en Australia me etiquetó en Facebook angustiado por la noticia. Un chico barranquillero, amigo de su niñez, anoche fue asesinado en la calle del barrio Paraíso mientras caminaba con su novia después de comer un perro, o un chuzo o lo que fuera que comen los pelaos de hoy. Mis primos están inconsolables. Yo no paro de pensar que cuando tenía esa edad, era normal salir a pie con el novio a comer en la calle y entre mas lejos quedara el carrito mejor, porque mas largo el regreso a casa y mas besos quedaban desperdigados en las esquinas.

Barranquilla es todo menos segura. Si no me cree Pregúntese: Puede hablar tranquilamente por celular mientras camina? Puede sacar dinero de un cajero sin mirar a todos lados, desconfiando de todos? Puede exhibir su argolla de matrimonio en la calle o unos sencillos aretes de  oro en las orejas en otro lugar que no sea una fiesta? Puede estar con los vidrios abajo mientras cambia el semáforo o se angustia y deja el carro en alerta cuando  se le estaciona una motocicleta a su lado mientras espera el verde? Piense en si puede dejar su cartera en un restaurante en la silla como todo el mundo en otro país q no sea este. Lo que está pasando en esta ciudad NO ES NORMAL. No es normal que a una familia la dejen sin hijo a los 25 años, en plena flor de la vida, mientras caminaba y besaba a su novia en una calle residencial. NO ES NORMAL que en la calle sean ellos y no los barranquilleros, los dueños de la noche en una ciudad que quiere ser referente mundial, y que se llena la boca denominándose el mejor vividero del mundo.

Soy Pamela Cruz escribiendo hoy, 19 de noviembre 2017, mientras selecciono un arreglo floral para enviar de parte de mis primos, a Angello Alzamora Cordoba, QEPD, asesinado miserablemente por aquellos que se creen los dueños de la noche barranquillera.