Hace un par de meses, un amigo mio trasladado a otro país visito nuevamente Barranquilla, por trabajo. Mientras hacíamos la revisión del status de cada familia, emocionado me contó lo feliz que se encontraba su hijo con el cambio. Aquí su vida era muy dura. El, rellenito era objeto de burlas. El, dulce y tierno, no encajaba en un estándar de chicos que ya ni saludan, ni abrazan. Allá era feliz. Aprendió a surfear, lo conocieron por dentro y les había gustado lo que habían sentido. Tenía amigos negros, blancos, ricos, pobres, gordos, flacos, y los quería y lo querían igual. Compartían su gusto por el mar. Recordé cuando viví en España. Una vez, agoté mis reservas de ropa y solo quedaron libres, limpias y listas dos cosas: un buzo morado y una falda de colores que no tenía por ninguna parte ese color. Era: o te lo pones o no vas a clases. Me lo puse. Pasé todo el día incomodísima, sintiéndome mal vestida. sin embargo, nadie, ni me hizo caras, ni me miro en el metro, ni en la calle. Todo fue normal. Al final del día, de tapas con una amiga, le conté lo que sentía y ella, que ya había vivido aquí, en "La Colombie", muerta de risa me recordó que en España, a nadie le importa como te vistas sino como te comportas.
Este año muy concentrada en mi trabajo, encontré que a la pobre reina del Carnaval 2016 le hacen matoneo social porque no baila como se espera. A la pobre mujer la tienen agobiada- porque sé que eso debe dolerle, a ella que lo entrega todo cada día- porque baila "envarillao", porque repite pasos, porque no tiene swing. Llegó a mi memoria la historia de una reina de la que no recuerdo su nombre, que era tan, pero tan, tan repelente que la odiaba hasta su chaperona. No dejaba que el Rey Momo de ese año siquiera la rozara porque estaba "muy sudado". Hacia desplantes a diestra y siniestra, si cualquier actividad no cumplía con sus parámetros de exigencias. Ella, parecia pero no era.
En una ciudad en la que importa lo que pareces pero no lo que eres, esta Reina del Carnaval incomoda. Porque esta chica, de la que no me sé ni el nombre, hace lo que siente, lo que la hace feliz, lo que le sale del alma. Y cuando los que bailan como los dioses, pero por dentro son un alma enferma, triste, aburrida y resentida, ven la felicidad ajena, se llenan de una envidia tal, que solo pueden destilarla tratando de arruinar la felicidad de los demas.