Esta soy yo.


"Un montón de letras que formaron un diario cuando aquellos libritos alguna vez se usaron. Una carpeta repleta archivos guardados en un rincón de computador esperando un lugar expuesto al mundo. Un espacio donde dejar al aire las palabras atrapadas en una mente en constante ebullición. Muchos temas un solo espiritu, el mio."

lunes, 11 de diciembre de 2023

La Generación Canalla

Ayer tuve la oportunidad de escuchar el discurso del nuevo presidente de Argentina, Javier Milei. Lejos de la demagogia que acompaña normalmente los discursos de posesión, el hombre se dedicó a recordarle a la gente, cómo Argentina se liberó del yugo español, fue un país próspero, libre y ejemplo para el mundo y, en un recorrido histórico y sin adornos, cómo poco a poco sin que se dieran cuenta, comenzó su penoso declive económico, social, político, sanitario, cultural y educativo, entre otros. Cómo pasó a ser el país número 64 entre 88 países que participan en la prueba PISA de calidad de educación, cuando fue uno de los primeros, muchos años atrás. Y dicho lo anterior, puso en contexto a la población del deplorable y miserable estado en el recibía un país arrastrado por el comunismo al abismo de la miseria, con todos o casi todos sus indicadores en el piso o en el subsuelo de lo imposible.  

Desde que tengo memoria, Argentina ha sido un país que coquetea con el comunismo, abrazado de nostalgia peronista. No puedo hablar de lo que desconozco, pero esa melancolía los terminó llevando a la senda de la pobreza donde más de la mitad de una otrora población próspera, es pobre hoy día, y un importante porcentaje, no tiene ni cómo comer a diario. 

Paralelamente, hace unos días escuché la entrevista que le hizo Semana a Jerome Sanabria, una chica colombiana de 17 años que estudia Jurisprudencia e Historia, carreras nada fáciles en estos días, y que le está dando un debate de Padre y Señor mío a los conocedores en la materia, por eso que llaman Reforma de Salud. Su entrevista me sirvió para entender el engendro que está en vías de aprobación en el Congreso de la República, ante los ojos y oídos indiferentes de una población volcada a los conciertos de Silvestre, la final de futbol colombiano, y los encantos de la temporada decembrina. Mientras la gente de este país del Sagrado Corazón de Jesús vive su vida loca metidos en redes y en sus asuntos privados, otros, con intereses ruines y mezquinos, discuten un cambio en el sistema de salud que nos regresara a las épocas en las que sólo el que tuviera palanca podía acceder al Seguro Social, a tiempo. Me consideré de las afortunadas porque mi mamá trabajó en el Seguro Social, así que acceder a la salud, fue “fácil” para nosotros. Pero no lo fue para el grueso de la población, no como ahora con este sistema que quieren acabar, bajo el silencio cómplice de los que callamos.

Escuchar hablar a Jerome me recordó la vivacidad con la que defendía mis ideas a su edad, a finales de los 80, en las épocas difíciles en las que las bombas, los asesinatos, los aviones que volaban en pedazos, era el pan de cada día en nuestro país. Esa época donde las noticias daban cuenta de los asesinatos diarios, cuando entre guerrilla, narcos y paras nos hacían sentir que no tendríamos futuro en un país sitiado por todos los lados. 

Cuando caímos en lo que fue nuestro pozo profundo, tardamos casi 8 años en recuperarnos de décadas de descontrol social, económico y político y, durante un tiempo, mi generación comenzó a prosperar. Mi generación se casó, tuvo hijos, y poco a poco comenzamos a vivir una vida de trabajo, paseos y aparente normalidad, después de décadas de incertidumbre. Para bien o para mal, vivir en esa normalidad, nos hizo olvidar todos esos malos momentos vividos y dejados atrás. Y dejar al libre albedrio de los politicos de turno... las decision que hoy nos estan afectando.

Y henos aquí, viviendo este momento histórico, en una especie de horroroso Dejavu, causado por nosotros mismos. Esa generación, mi generación, que repudió la guerrilla con todas sus fuerzas, y sus miserables secuestros que demoraban décadas y acababan con la esperanza, ha disfrutado de un sistema de salud decente y referente para el mundo, y de un sistema pensional que nos asegura un futuro en la vejez, para los que hemos trabajado durante toda la vida. Somos la misma generación que ha criado a una juventud carente de historia reciente, totalmente preocupada por sí misma y no por los demás, buen ejemplo que han tenido nuestro. Mi generación por acción u omisión ayudó a elegir a un presidente ex-guerrillero, que prometió lo que no podía ofrecer, sino lo único que tenía para dar: caos, cosa que ha cumplido desde su primer día de gobierno, con pasmosa cabalidad. Nos ha llenado de caos, arrastrando nuevamente a un pozo, con nuestra complacencia e impune silencio.

Jerome habla por su generación, la misma que vivirá, cuando ella cumpla los 64 años, la hecatombe de colapso del sistema de pensión, causada por las decisiones que mi generación está tomando en el congreso. En el 2070, no habrá pensión para los muchachos de hoy, ni tampoco un sistema decente de salud. Aunque por lo que escuché, si aprueban esa reforma de salud, ni nosotros la vamos a tener.

En cenas y conversaciones casuales de mi generación,he escuchado comentarios oportunistas que han dicho, cosas como "La reforma será un desastre, pero es una oportunidad de negocio si montamos un negocio así...". Son los mismos que viendo la miseria en países como Venezuela encuentran la ocasión de ser ricos, a costa de la miseria de una población necesitada. 

Si nosotros por omisión o dejadez ayudamos a enterrar lo que la generación anterior ayudó a construir y les dejamos un legado de caos a nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, por cobardía o por mezquindad, no tendremos otro remedio que ser llamados por la historia como la Perfecta Generación Canalla: los miserables y viles que no sólo no supimos defender nuestro legado y que no les enseñamos a su nuestra descendencia conocerlo, a amarlo y a cuidarlo, sino que los condenamos a la miseria moral y económica, como hemos visto en los espejos de otros paises como Argentina y Venezuela, sumidos en la humillación por más de veinticinco años, mal contados. 

Soy Pamela Cruz, escribiendo hoy el 11 de diciembre 2023, para una generación: la mía.  

PD: Sigan a Jerome en redes 
@noconmiahorros https://www.instagram.com/soyjerome_/

*Canalla: Que es despreciable por su comportamiento vil.

 

sábado, 18 de noviembre de 2023

¡Lo que es capaz de hacer un corazón herido…!

Estoy recordando Ratatouille. La historia de un chef mediocre que descubre a un ratoncito culinario que puede hablar y gracias a esa asociación, el chef salva un restaurante de una ruina inminente o lo rescata de una ruina que el mismo ayudó a crear, depende del prisma con el que se vea.

Esta historia divertida, sirve de fondo para una historia más profunda en esa misma película. El crítico gastronómico especialista en destrozar cualquier plato degustado, si encuentra la menor falla en su elaboración. No le importan las vidas de los trabajadores, no le importan sus familias, su veredicto implacable los puede llevar a la ruina o a un vaporoso y efímero estrellato culinario. Sin embargo, detrás de esa triste, solitaria y miserable ocupación se esconde un hombre amargado y triste por una pena que llevaba cargando toda su vida y que no había sido capaz de procesar, la ausencia de su madre y su extraordinaria culinaria. 

Muchas veces nos dejamos llevar por resentimientos viejos o no tan viejos. Atropellamos personas, familias, vidas a las que lastimamos, con mucho placer, en pos de vengarnos por un dolor que nos hizo mucho daño. Cuantas guerras, enemistades, disputas o muertes espirituales o físicas, cuantos amigos desencontrados surgen de un resentimiento mal elaborado, y al contrario, cultivado con esmero por años y años, hasta ejecutar una fina venganza en pos de sanar nuestro corazón y darle su merecido a quien lo merece, sin saber que esa persona, quizá no lo hizo a propósito, que no fue su maldad, sino su descuido… De nuestro corazón hablan las acciones que ejecutamos fruto de la rabia y la decepción. 

Cuanta carga dejaríamos de tener en nuestro pesado corazón si lo que nos molestó, nos lastimó, nos dolió se pudiera decir a tiempo, se pudiera manifestar, se pudiera contar: Una disculpa, un lo siento. Una validación hubiera sido suficiente para sanar una herida… como dijo aquel hombre que le pidió a Jesús sanidad para su hija: “una palabra tuya bastara para sanarme”. ¿Tal vez la palabra hubiera sido suficiente para ese dolor o humillación causado? Dicho en su momento, tal vez si. Dicho ahora, no lo sé. Pero aun así nunca es tarde para decirlo cuando sale del corazón una disculpa por algo estoy segura, no fue intencional. 

Ahora más que nunca estoy convencida que Las guerras y las disputas y sobre todo la amargura del corazón surgen cuando nos ganan el ego, la soberbia y la rabia sobre el perdón. Aquella frase de Jesus cuando alguien le preguntó: - ¿Maestro, cuantas veces tengo que perdonar?  - “Setenta veces siete”, es la contundente respuesta. 

Yo te pido perdón. Y te perdono por algo que no fue intencional, pero que hizo que tu corazón maquinara una dulce venganza. Y por esto te perdono. Espero que ahora puedas sepultar el pasado y continuar viviendo el presente, que es lo único que tenemos que seguir amasando en esta vida: Vivir con plenitud y estar en paz día a día. 

Soy Pamela Cruz escribiendo hoy 18 de noviembre del 2023, sobre el perdón, ese que a veces es muy difícil pedir porque requiere quitarse la pesada capa de Ego que cargamos encima, y que espero que alguien reciba, si baja su capa con la misma rapidez que yo bajé la mía.

viernes, 3 de marzo de 2023

¡FILTROS 😱😱!!








Estaba en Bogotá en un hotel muy moderno, muy hermoso y también laberintico, lo confieso. Intentábamos llegar al ascensor, y con tanto pasillo, terminamos perdidas por algunos minutos hasta que finalmente encontramos los seis ascensores que nos llevarían a la habitación. Esperándolo también estaba una mujer mayor, bailando al son de la música que salía de sus audífonos. Sonreía y se movía alegremente. Hermosa, rubia, elegante, con su gabán verde y una pañoleta de colores.  Llevaba bolsas de compra y cuando ingresamos al ascensor, como cosa rara, le metí conversación. Por su acento supe que era mexicana, y le pregunté si estaba de paseo y cómo le había parecido la ciudad. Me habló de un programa de televisión que claramente no veo y le pregunté si era actriz. Mi amiga respondió en el acto. La había reconocido. ¡Es Laura Zapata! una súper actriz de telenovelas mexicana. Yo después de la Telenovela Alcanzar una Estrella, no tenía idea ni de nombres, ni de caras, ni de novelas.

Como mi amiga estaba tan emocionada, pregunté si me permitía tomarles una foto. Aceptó encantada con sus condiciones: Nos bajaríamos el piso de su habitación, haríamos la foto en una zona con luz solar y usaría su celular para la foto. Iba con un poco de prisa, “Voy a nadar y después voy a recibir clases de cocina, para aprender a preparar cremas”, me dijo.

Con una pericia increíble, escogió el lugar, nos acomodó, enmarcó la foto, revisó la iluminación y ¡flash! 7 veces. Revisamos todas las fotos. En una, ella no se veía bien, en otra salíamos con los ojos cerrados, en la otra no teníamos la posición correcta. Fue un proceso de selección muy divertido. En fin, cuando todas estuvimos de acuerdo, comenzamos la segunda parte de la sesión: la edición.

Yo no tenía maquillaje. Desde la pandemia, ha sido la constante en mi vida no usarlo. Luego de 9 horas de trabajo, estábamos cansadas, y se notaba. Con la misma emoción nos dijo: "Ahora mis niñas vamos a embellecernos un poco más, que para eso se inventaron los filtros". Y comenzó la edición de la foto, usando la magia del IPhone y sus programas de edición. "¿Les gustó, chicas?" Para ser una persona con mucha prisa, disfrutamos y gozamos cada minuto de este breve encuentro. Como una fotógrafa profesional terminó rápidamente la edición y nos la envió por bluetooth. Mis amigas y yo nos fuimos felices y admiradas de la sencillez de esta mujer que desapareció detrás de la puerta, mientras yo seguía intrigada porque aún no tenía ni p… idea quien era.

Llegué a la habitación y me dediqué a investigarla. En Instagram, unas horas antes y con ese mismo atuendo, había publicado que había salido a comprar ropa y elementos para nadar. También leí los comentarios que muchos seguidores le escribieron, en su mayoría elogiando lo hermosa que se ve en las fotos. Otros en cambio la criticaban porque con filtros luce más joven inclusive que sus compañeros de foto. Hasta yo, lo confieso, me quedé pensando en la diferencia entre Instagram y cómo la vi físicamente. En la noche publiqué la foto como parte de la rutina de esta nueva realidad, en la que cada persona le muestra al mundo digital un poco de su día, segura de la anécdota detrás de ella. 

Al día siguiente, conforme pasaban las horas, recibí comentarios en redes. Me sentí como Laura Zapata, ya la cara tenía nombre para mí. Elogiaban mi piel, “mi lozana belleza”, mi reducción de edad en 20 años, etc, etc. Algunos comentarios eran muy halagadores; otros, en cambio, fueron dardos, cargados con altas dosis de amargura, envidia o de las dos.  Yo me reí de todos, sin evitar pensar en la naturaleza humana. 

Vivimos en un mundo que etiqueta. De tal a tal edad, debemos vernos y vestirnos de X o de Y manera. La cédula dice la edad, el espejo cada mañana nos la recuerda y adicionalmente, tenemos que decirle al mundo que somos viejos, arrugados, aburridos o todo al mismo tiempo.

Vivimos en un mundo que condena el alma joven, como el de Laura, o como el mío. Porque por fuera podré tener 50 pero por dentro soy de 20. Y si esa foto refleja los 20 de mi alma, entonces esa soy yo. Lozana, fresca, feliz, plena. En esa foto editada, Laura logró plasmar, como soy.

Soy Pamela Cruz, escribiendo hoy 3 de marzo del 2023 sobre los filtros… esos que a veces creemos que esconden lo que no queremos que vean, cuando en realidad, resaltan lo que algunos somos por dentro: Forever Young.